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Manejo neonatal del lechón pequeño

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Con las cerdas hiperprolíficas cada vez son más los lechones pequeños al parto. Aprovechar su potencial productivo requiere un manejo específico.

El principal inconveniente que ha tenido la adopción de la cerda hiperprolífica en nuestro sistema productivo ha sido una reducción del peso medio de los lechones al nacimiento. La capacidad del útero de la cerda es limitada, por lo que si hay más lechones es normal que estos sean de media más pequeños. Todos queremos lechones grandes, pues el lechón que empieza bien es esperable que siga bien en todas las subsiguientes fases productivas del ciclo. El lechón que nace grande tiende a destetarse grande, se cebará antes y acabará comiendo menos pienso para llegar al mismo peso al sacrificio.

Sin embargo, si queremos aprovechar el potencial de la cerda hiperprolífica tenemos que realizar más esfuerzos con los lechones pequeños. Descartarlos indiscriminadamente no es una opción, ya que supone el sinsentido de haber realizado una inversión en la genética de la granja que no solo no vamos a aprovechar, sino que va a lastrar nuestros resultados de conversión del pienso. La cerda come para gestar todos los lechones, y no podemos darle menos pienso pues perjudicaríamos toda la camada y la lactación. La alternativa a no esforzarse con los lechones pequeños, mucho más costosa, es volver atrás en lo que al cambio de genética se refiere para reducir los nacidos totales, una opción poco interesante.

El objetivo en la fase de lactación es conseguir el mayor número de lechones destetados sanos y con un peso adecuado. Este objetivo no ha cambiado, lo que sí ha cambiado es la forma de conseguirlo en el nuevo contexto. Como cualquier esfuerzo, este tiene un coste, por lo que su medida debe ser proporcional al retorno esperable. No vamos a hacer cualquier cosa para salvar a cualquier lechón, pues aunque así podríamos romper todos los récords del Porc d'Or también acabaríamos en la bancarrota.

Como cualquier acción en la granja hay que protocolizar: establecer las medidas a tomar y definir las condiciones necesarias para tomarlas, además de recoger datos sobre su eficacia para valorar si procede mantener el protocolo o cambiarlo. Tenemos que determinar qué medidas funcionan y en qué situaciones. Considerando nuestra idiosincrasia (nivel sanitario, habilidad y carga de trabajo del personal, genética, instalaciones) podremos plantearnos unas acciones u otras.

Medidas generales

Un buen nivel sanitario del rebaño, derivado de una buena higiene y bioseguridad en la granja, es una premisa imprescindible para mejorar los resultados. No vamos a extendernos en todos los problemas sanitarios que redundan en unos malos números en las parideras, ya que no acabaríamos nunca. Solo hay que destacar lo obvio, primero resolver los problemas graves y luego trabajar los detalles.

En la misma medida debemos asegurar que los animales estén estabulados en las mejores condiciones que podamos permitirnos. Deficiencias ambientales como ventilaciones insuficientes, calor excesivo para las cerdas o frío para los lechones, una humedad excesiva, corrientes de aire o ruidos estresantes son aspectos que demasiado a menudo se obvian, y por costumbre se descartan de salida cuando suelen ser el origen de todos los problemas.

De principio a fin

Lo primero es conseguir que los lechones que queramos superen el periparto. Debemos asistir los partos todo lo que podamos: sacar aquellos lechones que pasan demasiado tiempo en el canal, secarlos tan pronto como nazcan y colocarlos en un lugar seco y caliente además de asegurar un correcto encalostramiento. No conviene salvar todos los lechones, aquellos de menos de 800 g de peso raramente superan la lactación. Con más de 1.200 g las intervenciones necesarias se reducen por las buenas perspectivas vitales del animal.

Donde debemos centrar el esfuerzo de trabajo es en estos lechones que están en la cuerda floja. El principal riesgo para ellos es la hipotermia y el déficit energético, pues sus reservas son muy limitadas. Es por ello que es tan necesario secarlos, ponerlos en un lugar cálido y asegurar su correcto encalostramiento. Huygelen et al. (2015) señalan que el peso al nacimiento del lechón condiciona poco el desempeño durante la fase bajo la cerda. De hecho, la funcionalidad intestinal de los lechones con bajo peso al nacimiento no está más limitada que la de sus hermanos.

El objetivo básico es evitar que los lechones entren en el círculo vicioso mortal de inanición-hipotermia. Hay que asegurar que no se enfríen y que dispongan de energía para calentarse. Por este motivo es importante secarlos rápido y que se encalostren bien y cuanto antes. Declerk et al. (2016) destacan la importancia del encalostramiento en el peso a distintas edades del ciclo productivo.

Paralelamente, un aporte extra de energía de inmediata absorción, como son lípidos, podría mejorar su estatus energético (Chiang et al., 1989). El intestino del lechón está preparado para absorber grasas con facilidad desde el primer momento, como demuestra la actividad de su lipasa pancreática. Es más, la capacidad del lechón para ingerir calostro es muy elevada y supera fácilmente la capacidad de la cerda para producirlo para todos sus lechones (Le Dividich et al., 1997 y 2005). Es pues importante aprovechar esta oportunidad.

Alimentación suficiente

Superado el periparto debemos asegurar que cada lechón coma lo suficiente para ganar peso a buen ritmo. Igualar las camadas en número y peso, de forma temprana para evitar problemas y considerando que cada lechón debería disponer de una teta funcional para el solo es fundamental. Sin embargo, la capacidad de la cerda para producir leche es limitada, y pronto llega el momento que se hace insuficiente para mantener el crecimiento de los animales al ritmo que desearíamos. Por eso se hace necesaria una suplementación temprana.

Tradicionalmente se ha usado el creep feeding con piensos ricos en derivados lácteos con el objetivo de ir acostumbrando a los animales a la forma de alimentación que les espera. Everaert et al. (2017) ofrece una revisión detallada y actualizada de la maduración temprana del intestino del lechón que puede orientar en lo que se refiere a estrategias de manejo y alimentación en edades tempranas. Estas estrategias buscan favorecer el desarrollo inmunológico del animal, además de su maduración metabólica e intestinal.

Algunos datos a destacar son:

  • que la capacidad secretora gástrica máxima no se alcanza hasta las 5-6 semanas de vida, un aspecto que permite aventurar posibles beneficios del uso de alimentos acidificados en estas edades tempranas

  • que la actividad peptidasa intestinal cae rápidamente de su buen nivel al nacimiento en esta primera fase (lactancia), lo que podría limitar el aprovechamiento de proteínas complejas pasados los primeros días de lactancia

  • que la actividad maltasa y sucrasa se incrementan a partir de la segunda semana, abriendo la puerta al uso de extractos de malta como suplementos

  • que los cambios en la actividad enzimática parecen seguir la evolución en los cambios de la composición de la lecha (caída de la concentración de proteína y aumento de grasa y lactosa)

  • que la administración de prebióticos y probióticos no suele afectar el desempeño predestete, aunque su uso debería servir para estabilizar la flora intestinal y estimular el desarrollo inmunitario

  • que la mejor forma de modular la colonización intestinal de los lechones es modulando la flora intestinal de la cerda, a partir de la cual se colonizan por contacto con las heces

Una de las conclusiones finales de Everaert et al. (2017) es que los lechones pequeños al nacimiento, afectados por restricción de crecimiento intrauterino, pueden ponerse al nivel de los no afectados si se manejan de forma adecuada.

Bibliografía consultada

Huygelen, V., de Vos, M., Prims, S., Vergauwen, H. Fransen, E., Casteleyn, C., van Cruchten, S. & van Ginneken, C. Birth weight has no influence on the morphology, digestive capacity and motility of the small intestine in suckling pigs. Livest. Sci. 182, 129–136, (2015).

Declerck, .I, Dewulf, J., Sarrazin, S. & Maes, D. Long-term effects of colostrum intake in piglet mortality and performance. J. Anim. Sci. 94(4), 1633–1643, (2016).

Chiang S.H., Pettigrew, J.E., Clarke, S.D. & Cornelius, S.G. Digestion and absorption of fish oil by neonatal piglets. J. Nutr. 119(11), 1741–1743, (1989).

le Dividich, J., Herpin, P., Paul, E. & Strullu F. Effect of fat content of colostrum on voluntary colostrum intake and fat utilization in newborn pigs. J. Anim. Sci. 75, 707-713, (1997).

le Dividich, J., Rooke, J.A. & Herpin P. Review: nutritional and immunological importance of colostrum for the newborn pig. J. Agric. Sci. 143, 469–485, (2005).

Everaert, N., van Cruchten, S., Weströmc, B., Bailey, M., van Ginneken, C., Thymanne, T. & Pieper, R. A review on early gut maturation and colonization in pigs, including biological and dietary factors affecting gut homeostasis. Anim. Feed Sci. Technol. (2017).

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